Han pasado más de cinco décadas desde que Leo Kanner  y Hans Asperger describieron, cada uno a su manera, sendas versiones  del Autismo, ahora mejor llamado “Trastornos del Espectro Autístico” (TEA) (L. Wing). Desde entonces estos trastornos se han convertido en un modelo paradigmático para proponer una serie de claves relacionadas con la comprensión del desarrollo normal (neurotípico) y el desarrollo en condiciones de alteración sui generis, en la infancia, y todas las características de estilo cognitivo manifiestas en el adulto autista.

Lo que en un principio se describió por sus autores  como  un  trastorno del desarrollo infantil, se ha convertido en un tema sumamente complejo, pues ese fenómeno denominado  “autismo” ahora se  entiende como un indudable grupo de patologías diversas, con etiologías multifactoriales, que coinciden y tienen como común denominador la limitación a muy temprana edad de funciones asociadas a la inteligencia y sobre todo al pensamiento (comunicación y lenguaje) que exhiben un funcionamiento global  variablemente limitado, que  ubica al sujeto fuera del contexto donde  se desenvuelve, y dejan como consecuencia “un comportamiento más o menos autista” en cada caso. Se trata entre otras cosas de una peculiar actitud que oscila entre la indiferencia casi completa, hasta una indiferencia mínima selectiva. Y lo más extraño es que en cierta versión  del autismo, el tipo Kanner -Asperger, este estado puede mejorar y transitar de un síndrome a otro, lográndose una normalización sorprendente. Se trata de una condición dinámica y progresiva hacia la funcionalidad.

Ninguna otra alteración del desarrollo ha producido tantas investigaciones y publicaciones de tipo multidisciplinario, en áreas  tales como la Paidopsiquiatría, Psicología, Neurología, Neurociencias, Primatología, y Filosofía. Poco a poco se han podido proponer las bases de cada una de estas investigaciones, se han limitado los campos de intervención en cada una de estas disciplinas que por otra parte  han creado  modelos teóricos y de experimentación que han derivado  una red de conocimientos de mucha utilidad, sobre  todo en la elaboración de teorías relacionadas con el concepto de mente, comunicación y lenguaje, inteligencia y pensamiento, que vinculan la filosofía con la psicología cognitiva y eventualmente los aspectos muy complejos de las neurociencias.

Las dificultades para explicar el autismo, más allá de identificarlo como una falla en los mecanismos neurobiológicos para estructurar ciertas funciones cognitivas de los procesos mentales, han escapado del ámbito médico para caer entre otras disciplinas como en la Filosofía cognitiva contemporánea. Se trata de un problema seductor para los filósofos que han trabajado temas relacionados con el concepto de mente,  el pensamiento, la inteligencia, la comunicación y lenguaje (Carruthers, P., Smith, P.K.: “Theories of Theories of Mind”, Cambridge University Press, 1996) las emociones, la memoria y finalmente asuntos poco recorridos como el de la autoconciencia, usualmente confundida o considerada sinónimo de la Conciencia.  

El modelo de abordaje para su interpretación y comprensión ha sido fundamentalmente dentro de la psiquiatría infantil y posteriormente de la neurología. Esto no debe perderse de vista ya que se trata de un modelo médico que ha partido de lo que se sabía de antemano acerca de otros cuadros psicopatológicos y   alteraciones mentales  como la esquizofrenia y otra clase de psicosis, además del retraso mental, con todas las limitaciones provenidas, pues se trataba de trasladar un tipo de patología y su manifestación en el  adulto, a la infancia en desarrollo. 

Con el paso del tiempo, el modelo se ha abierto gracias también a las aportaciones brindadas por otras disciplinas ya mencionadas anteriormente, y se ha convertido en un campo muy fértil para la investigación en todos los ámbitos de la vida mental.

La investigación del autismo ha creado un modelo de convergencia que intenta explicar una pluralidad de anomalías neurobiológicas asociadas al trastorno. Hasta ahora los hallazgos que pretenden encontrar marcadores biológicos no  han sido consistentes, tal vez debido a la diversidad de factores que producen cuadros psicopatológicos que confunden a los investigadores por la producción incompleta de los síndromes (seudo autismos y semi autismos)  por criterios diagnósticos diferentes, por errores en la selección de grupos (niños y adultos), etiologías distintas, la presencia o ausencia de restricciones mentales o lo que ello signifique estrictamente hablando y en relación con funciones y capacidades cognitivas diversas.

No siempre ha existido especificidad en la selección de subgrupos y se han mezclado autistas moderados de síndrome fijo con autistas de alto rendimiento y autismos del tipo Kanner (el modelo y primera versión paradigmática) o Asperger (el segundo autor en describir el mismo tipo de autismo pero con variantes más funcionales). También la inclusión de seudo autismos y casos atípicos que guardan más relación con síndromes desintegrativos  del desarrollo u otro tipo de desórdenes genéticos, ha creado desorientación ya que en estos casos la sintomatología esta matizada por una limitación cognitiva muy distinta a la que hay en el autismo.

Los problemas cognitivos, desde el punto de vista psicológico, podrían resolverse mediante  la toma de información cuidadosa y especializada conjuntamente con la inclusión  de escalas especiales  para el autismo y  las demás formas de evaluación cognitiva de todo tipo y guías observacionales especialmente adaptadas y sensibles, con buena fiabilidad clínica; pruebas de laboratorio y exámenes físicos. De la misma manera y en la mejor medida posible, los estudios genéticos deben ser imprescindibles, sobre todo ante la presencia de más de una persona autista en una misma familia.

Queda pues planteado un problema cada vez mejor conocido y al mismo tiempo con más incógnitas. Por un lado el autismo parece hacerse más frecuente (  ) y aún no hay una explicación confirmativa al respecto. Tal vez  esto pueda deberse a que la población en general escucha y sabe de su existencia a través de muchísimos libros y películas sobre el tema. Esto facilitaría su advertencia y su popularización. Por otra parte los métodos de detección son mejores y lo que antes pasaba inadvertido, sobre todo en el autismo de tipo Asperger que tiene varias versiones,  donde los individuos afectados son bastante funcionales, ahora se reconoce con relativa prontitud.

 

 

Dr. Jorge Escotto Morett

Psiquiatra y Paido psiquiatra.

Adscrito al servicio de Inv., hospital Psiquiátrico Infantil, “Dr. J. N. Navarro” SSA, México D.F.

Director operativo del programa de Terapia Ambiental en México desde 1980

Presidente de la Asociación Mexicana para el Estudio y Tratamiento del Autismo y otros Trastornos del Desarrollo I.A. P.

Presidente de la Fundación TATO, para el Estudio y Tratamiento del Autismo. Colima, México.