La rosácea es una enfermedad crónica que altera la vascularización o circulación sanguínea de la piel del rostro, generando una cascada inflamatoria que, a largo plazo, conlleva a una serie de cambios en la estructura de la piel.
Incierta. A pesar de desconocerse el factor específico que causa la rosácea, hay pruebas de una predisposición genética al padecimiento de este trastorno, así como una fuerte influencia ambiental. Ambos factores juegan un rol muy importante en el desarrollo de esta enfermedad.
La rosácea usualmente afecta a mujeres adultas de piel blanca. Muchas veces el cuadro se inicia enrojecimientos en la región centrofacial del rostro, los cuales reciben el nombre de flushing si aparecen bruscamente y se asocian a la sensación de calor. En estadios más avanzados, esta enfermedad ocasiona la liberación de mediadores inflamatorios, originando pápulas, pústulas, nódulos y además a fibrosis con agrandamiento de las glándulas sebáceas (piel fimatosa) a nivel de la nariz.
En la mayoría de casos, la rosácea se limita a la región facial de los pacientes que la padecen; 50 % de los casos pueden presentar compromiso ocular que suele pasar desapercibido ya que se presenta como una leve sequedad en los ojos acompañado de prurito; no obstante, hay situaciones que derivan en queratitis y blefaritis que, en raros casos, pueden ser severos.
La rosácea se clasifica en cuatro tipos: eritematotelangiectásica, papulopustular, fimatosa y ocular. El tratamiento clásico para cada uno de estos se basa en hábitos que el paciente debe adquirir para cuidar su piel y en el uso de productos tópicos y sistémicos como antibióticos y antiinflamatorios que mantengan controlado los brotes de la enfermedad.
El avance en el tratamiento de la rosácea se ha visto favorecido con los láseres y la luz pulsada, las cuales han ayudado a mejorar el eritema y a borrar telangiectasias. Debido a la constante actualización de estas máquinas, sus pulsaciones de energía a una longitud de onda específica son mayores, siendo absorbidas por los vasos sanguíneos de la dermis, generando así una fotocoagulación. Gracias a esto, los vasos del rostro progresivamente hasta lograr una evidente mejoría clínica.
Dra. María Yengle Chuquiyauri
Médico dermatóloga
Médico asistente del Servicio de Dermatología del
Hospital Nacional Dos De Mayo
Medico asistente del Centro Dermatológico CDERMA