Volver a marzo del 2020 significa reencontrarse con la incertidumbre y poca información sobre la COVID-19. Identificar la repercusión que ha tenido la pandemia, en los niños, a nivel psicológico implica considerar cinco aspectos:

En primer lugar, la alteración en hábitos y rutinas tuvo un doble impacto: En los padres, la incertidumbre a nivel laboral/económica influyó en los roles en casa y la convivencia. En los niños, la paralización de actividades y las medidas de restricción generaron un impacto directo en sus rutinas. Al no poder asistir a clases y la notable disminución de sus interacciones sociales, trajo como consecuencia que los niños atraviesen un período de confusión y poca claridad en su entorno, lo que puso en evidencia mayor irritabilidad, aburrimiento y frustración al ver que todo lo que podían realizar antes, no podían hacerlo más. 

En segundo lugar, la virtualización escolar, tuvo implicancia en que los niños deban adaptarse a las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Se tuvieron que familiarizarse con nuevas plataformas digitales, horarios reducidos y una interacción limitada. Esto generó que algunos niños muestren desinterés por las actividades escolares, dificultades en atención y concentración, así como también vergüenza y temor de participar en clases, prender la cámara/encender el micro, etc. En el caso de los más pequeños, algunos padres consideraron retirarlos de clases ya que “no se adaptan” o “no estaban aprendiendo” y los que se mantuvieron, perciben que hay ciertos vacíos en sus procesos de aprendizaje. Esto requerirá un mayor seguimiento y refuerzo en la escuela presencial.

En tercer lugar, la tecnología, que ha permitido que los niños puedan tener medios de comunicación y socialización; sin embargo, el uso problemático de esta, ha traído como consecuencia la alteración en los patrones de sueño, disminución de la actividad física, así como también, un incremento en el acoso cibernético, la formación de grupos y la exposición a situaciones de burla que impactan emocionalmente.

En cuarto lugar, la pérdida de familiares cercanos: Muchos de los niños en esta pandemia han experimentado por primera vez la muerte de una persona cercana, generando en ellos la aflicción por no solo perder a un familiar si no aceptar que este ya no volverá. Esto ha impactado en el estado de ánimo, el desgano y desinterés por sus planes, así como en la alteración del sueño, alimentación, etc. 

Finalmente, la adaptación progresiva a la normalidad: Tanto la vacunación como la mayor información sobre el virus, ha permitido que poco a poco los niños se reincorporen a la normalidad en algunas de sus actividades, aunque para la mayoría es algo emocionante, existe un grupo de niños que se siente ansioso y preocupado sobre el retorno, debido a la exposición y posible contagio del virus, así como, dudas sobre sus aprendizajes y preocupación sobre cómo relacionarse con otros.

Si bien es cierto la pandemia afectó la salud física, no está permitido minimizar el gran impacto a nivel psicológico, sobre todo, en los niños.

 

Artículo realizado por Judith Eyzaguirre para MÉDICA La Revista.

Psicóloga

C.Ps.P: 38590