Con el inminente regreso a las universidades de manera presencial, muchos de los estudiantes tendrán varias dificultades al volver a ajustarse a esta rutina. En consecuencia, puede traer sentimientos negativos como la ira, frustración y de lo que vamos a hablar a continuación… El odio.

Pero… ¿Odiar es tan malo?

Entendemos que dentro de la sociedad, este término se ha normalizado y ha logrado que este sentimiento se integre de manera natural dentro de varios aspectos de nuestra vida personal, suponiendo que es inevitable el no podernos alejar de este. A pesar de no lucir tan grave a primera vista, puede traer severas consecuencias.

¿Qué tipo de consecuencias?

Dentro del nivel social, puede traer consecuencias sociales tales como el rencor y la falta de empatía. Según el diario El País, este tipo de actos resultan ser más comunes dentro de redes sociales por el nivel de anonimato que cuentan varios usuarios de distintas plataformas.

Por otra parte, en cuanto a la salud, según lo mencionado por el portal de noticias “El Día”, en base a investigaciones del Laboratorio de Neurobiología del University College de Londres, la ira y/o el odio activa la zona central del cerebro. Esta acción genera que actuemos de manera irracional y sin medir las consecuencias de nuestras acciones. En cuanto al estado físico, el odio puede levantar en gran medida el flujo sanguíneo normal del cuerpo, provocando que las personas que mantengan un estadio de odio sean más propensas a contraer enfermedades del corazón.

¿Cómo se genera y cómo evitarlo?

El odio se produce debido a sentimientos que giran en torno a desear el mal al otro, tales como la ira, el resentimiento, el asco o la envidia. Como se mencionó anteriormente, pueden relacionarse a situaciones poco premeditadas como usualmente pueden ser las conspiraciones, las cuales parten de una idea irracional.

Ahora, uno de los factores para evitar la ira es analizar las situaciones cotidianas que nos afectan de manera negativa, en palabras simples: A veces nadie tiene la culpa de nada. Por otro lado, siempre es necesario conocer al otro y entender para descubrir que no somos tan ajenos como parece con el fin de romper esas diferencias y tener algún cierto lazo de empatía con un desconocido.