Recientes revisiones sistemáticas han llegado finalmente a la conclusión de que los trastornos del neurodesarrollo infantil no son ocasionados meramente por causas genéticas; el consenso actual del conocimiento médico indica que estas enfermedades se originan como consecuencia de una predisposición genética –en términos de mayor vulnerabilidad y/o susceptibilidad- y la exposición a numerosos factores ambientales en una fase crítica muy temprana del desarrollo humano(1 – 4).

Despojadas entonces del pesado lastre que suponía la causalidad genética/ hereditaria de estas enfermedades que la Medicina ha tenido que cargar décadas, se ha encontrado responsabilidad en numerosos factores ambientales cuya exposición ocurre tanto en la vida prenatal como durante la primera infancia: medicamentos, drogas de abuso, químicos ocupacionales, pesticidas, contaminantes del aire, ftalatos, bisfenol A, desechos tóxicos, cloruro de polivinilo, desinfectantes y cosméticos domésticos y la exposición a metales pesados tanto en el aire ambiental (mercurio, cadmio, níquel y plomo), como aquellos contenidos en las vacunas humanas (mercurio y aluminio)(2,5).

El timerosal es un preservante presente en algunas de nuestras inmunizaciones; está compuesto en un 49,6% de su peso por etilmercurio, un agente mercurial orgánico que posee una gran liposolubilidad lo que le permite tener una vida media sérica relativamente corta (7 días), pero una rápida penetración al sistema nervioso donde se transforma en mercurio inorgánico, pudiendo permanecer alojado más de 120 días en las células cerebrales(6).

La evidencia epidemiológica publicada hasta la actualidad sobre la relación entre este preservante y los trastornos del espectro autista (TEA) es conflictiva y contradictoria por lo que no ha permitido arribar a conclusiones definitivas, originando innecesarias controversias que aún a la fecha no han podido ser resultas. No obstante, recientes estudios han descrito fallas metodológicas, ambigüedades, conflictos de intereses y sesgos en los principales trabajos que no han encontrado asociación entre el timerosal y los TEA(7,8). De otro lado, numerosos estudios han documentado fehacientemente la relación causal entre el timerosal y diversas consecuencias dañinas sobre la salud de los niños como muerte neonatal(9), acrodinia(10), envenenamiento mercurial(11), reacciones alérgicas(12), malformaciones congénitas (13), reacciones de autoinmunidad(14), síndrome de Wells(15), retardos del desarrollo(16 – 20), y enfermedades del neurodesarrollo incluyendo tics, retardo del lenguaje, desorden de déficit atencional y los TEA(16, 21 – 26).

Asimismo, toda la evidencia biológica recopilada a través de cientos de estudios clínicos, biomoleculares, toxicológicos, trabajos experimentales en animales y las investigaciones in vitro sobre células humanas, incluyendo el único estudio realizado en Latinoamérica por autores peruanos con el preservante(27), invariablemente han demostrado las propiedades altamente tóxicas del timerosal y los intrincados mecanismos a través de los cuales este compuesto es capaz de alterar el neurodesarrollo humano(28 – 31).

Todas estas evidencias han conducido al progresivo retiro de las vacunas con preservantes mercuriales en prácticamente todos los países desarrollados del mundo. Los primeros que procedieron a la prohibición del timerosal fueron las naciones de la otrora URSS debido a que sus investigaciones llegaron a conclusiones categóricas afirmando que “… su presencia para la preservación de las preparaciones médicas biológicas, especialmente aquellas dirigidas para los niños, es inadmisible”(32). En 1992 fue retirado por medidas precautorias en los países nórdicos; la Comunidad Europea de naciones recomendó su retiro en 1999; en EE.UU se indicó su urgente remoción en el mismo año, e Inglaterra y Japón lo suprimieron en el año 2004.

Está fuera de toda discusión la importancia de las vacunas, especialmente en países en franco desarrollo como el nuestro. Sin embargo, precisamente en aras de recuperar la confianza pública en nuestras inmunizaciones y volver a alcanzar coberturas nacionales óptimas de vacunación, simplemente se deben hacer todos los esfuerzos necesarios para retirar aquellas vacunas que contengan preservantes mercuriales, reconocidos neurotóxicos por el mundo científico libre de conflictos de intereses, sin exponer innecesariamente a los peruanos a los riesgos que éstas implican, de tal manera que nuestras inmunizaciones tengan los mismos estándares de seguridad y calidad que las utilizadas en los países desarrollados, demostrando los conceptos de inclusión y equidad exigidos por la ética y la deontología médica pues, tal como concluye recomendando la literatura, “… es negligente continuar permitiendo la exposición de gestantes, madres lactantes y niños pequeños a cualquier cantidad evitable de mercurio. Las autoridades de salud de todo el mundo deben proceder sin vacilaciones a prohibir y eliminar todo el mercurio en todos los productos médicos a la mayor brevedad posible”(33).

BIBLIOGRAFÍA:
1. Sealey LA et al. Environmental factors in the
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2. Kalkbrenner AE et al. Environmental chemical
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Curr Probl Pediatr Adolesc Health Care. 2014.
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3. Mandy W, Lai MC. Annual Research
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developmental psychopathology of autism
spectrum condition. J Child Psychol Psychiatry.
2016. Jan 19. doi: 10.1111/jcpp.12501.
4. Matelski L, Van de Water J. Risk factors
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5. Rossignol DA et al. Environmental toxicants and
autism spectrum disorders: a systematic review.
Transl Psychiatry. 2014. Feb 11;4:e360. doi:
10.1038/tp.2014.4.
6. Burbacher T et al. Comparison of Blood and
Brain Mercury Levels in Infant Monkeys Exposed
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7. Hooker B et al. Methodological issues and
evidence of malfeasance in research
purporting to show thimerosal in vaccines is
safe. Biomed Res Int. 2014. 2014:247218. doi
10.1155/2014/247218.
8. Dórea JG. Making sense of epidemiological
studies of young children exposed to thimerosal
in vaccines. Clin Chim Acta. 2010. 11;411(21-
22):1580-1586.

 

Dr. Luis Alberto Maya Pérez
Médico Cirujano, CMP 27794
Especialista en Medicina Interna, RNE 16000
Médico en el Hospital Arzobispo Loayza
Autism Research Institute San Diego, California EE.UU.
Liga de Intervención Nutricional contra el Autismo y la
Hiperactividad (LINCA), México