Desde la aparición de la pandemia del COVID-19 a finales del 2019, sus consecuencias en la salud mental de la población han sido inmediatas y han puesto en evidencia el supuesto avance logrado en el reconocimiento de los trastornos mentales y su tratamiento. 

Los factores a considerar son el impacto de la COVID-19 en las personas infectadas y sus familiares (incluyendo al personal de salud), las restricciones sociales, cuarentenas, estudios y trabajos remotos, cambio de hábitos y pérdidas económicas por el desempleo y cambios de rubro en muchos negocios. Al inicio de la pandemia la incertidumbre hizo mella en la población. Posteriormente el aumento de la mortalidad y la falta de adaptación a los cambios aumentaron la ansiedad y el desánimo. 

En el 2021 empezaron las primeras mediciones sobre la salud mental de la población. Se confirmó que los países más golpeados por la pandemia fueron los que aumentaron su prevalencia de trastornos depresivos y de ansiedad. También se observó que el incremento de la prevalencia fue mayor en el sexo femenino (han sido la población más vulnerable debido a las consecuencias económicas y sociales)

Otro grupo muy afectado, fue el de los niños y adolescentes, siendo la causa la educación remota, la cual ha impactado negativamente en las habilidades de aprendizaje y en la disrupción de la interacción social. Especialmente en el Perú, donde la falta de exigencia académica creará enormes déficits en la competencia académica de las promociones que egresan. Esto puede llevar a una gran frustración en los futuros profesionales o técnicos que padecerán de un subempleo seguro y, por lo tanto, incremento en los trastornos depresivos por ejemplo:

En un artículo publicado por The Lancet en octubre del 2021, se mostró que en el Perú el incremento de la prevalencia de los trastornos depresivos fue mayor al 38.7 % en el 2020, y que el incremento de los trastornos de ansiedad fue mayor al 36.4 %. Con estos porcentajes nuestro país se encuentra en el grupo de países con el cambio de prevalencia más alto del mundo. El precario sistema de salud y la incertidumbre política contribuyó, sin dudad alguna, a alcanzar dicho sitial.

Si tenemos que nombrar algunos trastornos psiquiátricos que la COVID-19 ha incrementado, en primer lugar se encuentra la depresión reactiva. Dentro de los trastornos de ansiedad encontramos al Trastorno de estrés post traumático en los pacientes que han sido hospitalizados por la COVID-19 y, en los familiares de los pacientes, trastornos de pánico y trastorno obsesivo compulsivo. Considerando también la agudización de los casos crónicos. 

También afloran personalidades esquizoides o esquizotípicas en las personas que tienen la convicción de que la vacuna contra el COVID causa la muerte o que contienen “micro chips” para el control de la población. Esto ha causado que miles no se vacunen y sucumban ante la COVID-19.

El reto actual es una mayor participación de los médicos de atención primaria para prevenir, identificar y tratar estas complicaciones mentales. 

 

Artículo elaborado por Hernán Caycho para MÉDICA La Revista.

Médico Psiquiatra

CMP: 32119  RNE: 17394