Cada año, cerca de 703 000 personas atentan contra su vida. En la población general, un intento de suicidio no consumado es el factor individual de riesgo más importante. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En el 2019 se demostró que el 77% de los suicidios se produce en los países de ingresos bajos y medianos. Se ha evaluado que alrededor de un 20% de los suicidios se cometen por auto intoxicación con plaguicidas, armas de fuego u ahorcamiento, objetos e información que se adquieren con facilidad en diferentes países sin ninguna restricción.
Si bien el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales como la depresión y el consumo de alcohol son casos que se dan en todo tipo de niveles socioeconómicos; existen también personas que cometen impulsivamente estos actos en momentos de crisis en las que no cuentan con la capacidad para afrontar las tensiones de la vida; debido a diferentes factores, entre ellos: problemas económicos, las rupturas de relaciones y los dolores de las enfermedades crónicas.
Además, se ha demostrado que vivir conflictos, catástrofes, actos violentos, abusos, pérdida de seres queridos y sensación de aislamiento puede generar conductas suicidas. Las tasas de suicidio también son elevadas entre los grupos vulnerables y discriminados, como los refugiados y migrantes; los pueblos indígenas, personas homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales; y los reclusos.
Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el suicidio es una prioridad para la salud pública. En 2014 se publicó el primer informe mundial de la OMS sobre esta cuestión titulado: “Prevención del suicidio” esta tiene como objetivo aumentar la sensibilización respecto a esta situación. A su vez, con este informe se priorizó alentar y ayudar a los países a elaborar o reforzar estrategias de prevención del suicidio. Por otro lado, la UNESCO ha elaborado una serie de materiales y guías para así reducir un tercio la tasa mundial del suicidio para el año 2030. A pesar de esta iniciativa, tan sólo 38 países cuentan con una estrategia nacional de prevención. La OMS señala que se deben establecer 4 líneas prioritarias de acción: limitar el acceso a los medios y métodos de la población para cometer actos suicidas, promover la difusión responsable de los casos de suicidio en los medios de comunicación, implantar programas de promoción de competencias socioemocionales para la vida en jóvenes y detectar los casos en riesgo de manera temprana, así como evaluar, gestionar y hacer seguimiento de las personas con pensamientos y comportamientos suicidas.
Este es un problema muy grave; por ello, se requiere de atención inmediata en la salud pública; otorgando intervenciones oportunas basadas en la evidencia científica. Las iniciativas preventivas de suicidio en diversos países han sido eficaces, por esa razón se requiere una aplicación inmediata con una estrategia multisectorial e integral en todo el mundo.